Cuando la placenta se sitúa en la parte inferior del útero en lugar de la superior, que es la habitual, hablamos de placenta previa. Aunque se haya detectado antes, no es hasta el último trimestre que se hace el diagnóstico definitivo de placenta previa, es decir, que queda delante del feto y que por lo tanto le dificulta el nacimiento de forma normal. Se da en 1 de cada 200 partos.
¿Qué es la placenta?
Es un órgano compartido entre la madre y el feto y existe mientras hay embarazo. Se crea en el útero de la mujer al mismo tiempo que el embrión y se encarga de suministrarle los nutrientes y el oxígeno necesarios para su crecimiento, al tiempo que impide que le lleguen sustancias que le puedan dañar. Al final del embarazo, una vez la madre ha dado a luz, la placenta también se expulsa.
Placenta previa
Per norma general, y aunque pueda tener cierto movimiento durante buena parte del embarazo, la placenta crece y queda situada en la parte superior del útero, en la zona más alejada de la salida. Cuando pasadas las veinte semanas queda fijada justo por encima del cérvix uterino -el punto por donde debería salir el bebé- se habla de placenta previa.
Durante una de las ecografías del embarazo se puede detectar esta peculiaridad. Igualmente, también se puede manifestar a través de pequeñas hemorragias sin dolor y que se pueden repetir. En este supuesto la recomendación es acudir al especialista para que pueda hacer el diagnóstico. En caso de confirmarse la placenta previa, deberemos seguir rigurosamente las indicaciones que nos dé, que como mínimo serán estas tres: reposo relativo, dejar a un lado las relaciones sexuales y un control del embarazo más asiduo. En los casos en los que haya pérdidas de sangre, la instrucción será el reposo absoluto hasta que desaparezcan. Habitualmente, al llegar a la semana 34 de gestación, momento en el que se considera que el feto ya está maduro, se procederá al parto mediante cesárea.
Aunque ya hemos visto que la incidencia de la placenta previa suele ser baja, le puede pasar a cualquier mujer embarazada. Aun así, algunos estudios apuntan a que las gestantes con más riesgo de padecerla son mayores de 35 años, tienen cicatrices en el útero por intervenciones anteriores, han tenido placenta previa en otros embarazos, o tienen un embarazo múltiple.